Florencia - Caquetá, Amazonia colombiana
13 de marzo de 2017
Preámbulo a
mis 20 o 30 años…
Hoy quiero Declarar muchos amores y sueños, teniendo como
testigo las generosas y cristalinas aguas de la quebrada la Yuca a la altura de
Charco Azul:
Mi padre como viejo sabio engañaba la pobreza, quizás por
eso entendió que el río y los paseos de
olla a comer sancocho de gallina eran la mejor forma de diversión y alegrar
el amplio hogar de manera económica. De paso a todos los gavilanes que
merodeaban la casa tras las muchachas, les venía muy bien, para estar
compartiendo con ellas, sin que mi madre les atinara un fruncido de ceja.
El espacio del río y los paseos me dejaron desde entonces, tal
sensación corporal que nunca he podido separarme de ella. Sin ser consciente empece
a comprender desde la práctica que era ser
amazónico: Conectarse y respetar todo el entorno; sus culturas aborígenes,
la fauna, la naturaleza y tener un gran aprecio al agua.
Hoy siento que ni padre, ni mis sueños de niño, se
equivocaron. Estos lugares, estos paisajes, estos aromas, estos sabores, estos
colores amazónicos están y estarán siempre aquí, en la memoria de todo mi
cuerpo.
La música la gran compañera de parrandas, dichas y
desdichas, es quizás la mejor medicina para superar cualquier tragedia y para
acompañar todas las alegrías. Me considero el peor cantante, eso si, un
romántico viajero, que va por el mundo admirando cada cultura y cada trozo de
tierra que ha podido ver, llevándome a una conclusión, no exenta de crítica:
¡Lo más bonito no existe!
Pues seria pobre de mirada, si creo que un sitio o el otro
es el más bonito, todos tienen su belleza.
Mi corazón nostálgico está impregnado de memorias, que como
me enseñó una tribu africana, el pasado
no está atrás, sino frente a uno. Con él viajamos y como una brújula nos
orienta en el infinito de voces y paisajes que constantemente podemos percibir
con nuestros sentidos y los sentidos de los otros.
A José Eugenio y a María Engracia, eterna gratitud por haber
sido los dadores de mi vida y de los valores que me han servido para andar por
el mundo. Asimismo, a mis hermanos-as: Jesús María (q.e.p.d.), Esneida,
Alcides, María Doris, Elizabeth, José Manuel y Martha y, por extensión a toda
mi familia Cruz Artunduaga, quienes han estado siempre allí respaldando mis
sueños.
A mi familia política, Cuéllar Ibáñez, encabezada por doña
Carmén, ¡Gracias!, porque han sido un punto de apoyo invaluable desde que hago
parte de ella.
A Aníbal Quiroga Tovar, quien ha sido mi principal profesor
y amigo, que como un padre me ha ayudado a abrir caminos de conocimientos para
formarme para la mejor profesión: profesor universitario. ¡Gracias!
A mis amigos-as que están allá en el País Vasco, así como en
otras partes del mundo y aquí en Colombia. ¡Gracias!
Y por supuesto, aquí, todas mis palabras de amor y de
gratitud, para mi eMé, Emérita, sin ella seguramente no estaría por estos lados.
Hemos soñado tantas cosas desde el momento que decidimos unir nuestras vidas, espero
sigamos caminando juntos y felices hasta cuando la vida se nos exfume.
Hoy me considero una persona afortunada. He logrado los
propósitos trazados. Tranquilo, no falto de alteraciones. He cumplido conmigo
mismo, con mi familia, con mis amigos-as y con la sociedad. Actúo o al menos
trato de actuar de manera justa, respetando la integridad de las otras personas,
y proyecto aunque no lo logre del todo, parafraseando a Gabo, hacer las cosas
para que me quieran más.
Este preámbulo es el anuncio de que tengo más o menos de 20 a 30 años. Ustedes se preguntarán, pero
como así, Fertxo nos engañó, porque nos invito a sus 15+18+17 años.
Efectivamente, les invite para anunciarles en realidad que tengo más o menos de
20 a 30 años, veinte o treinta años de expectativa de vida, porque los 50 años
que hoy cumplo ya no los tengo, esos ya se fueron, ya se quemaron, ya no son.
Soy de 1967, año de muchos sucesos. Quiero traer dos a
colación, el nacimiento de Cien Años de Soledad y la muerte del Che Guevara.
Así como la vida misma, todo tiene su alba y su ocaso.
Deseo hacer un breve homenaje a Marujita, mi madre, quien
mantiene recordando algunos trozos de dichos, canciones y frases. Pese a su
avanzado alzheimer, los expresa con seguridad y emoción.
He elaborado un “cancionero” con 50 melodías. No son todas las que son, pero si son muchas
de las que más me gustan. Se quedaron en el tintero una larga lista, pero
bueno, la vida es así, nunca todo está dicho, ni acabado. Es un homenaje a
mucha gente y tierras que están en mi memoria y que siempre me traen buenos
recuerdos, porque los malos los conjuro oportunamente.
Hoy me prometo y me comprometo conmigo mismo a usar mejor el
tiempo en la felicidad, en divertirme más con cada uno de ustedes y con muchos
que no están aquí. También con quienes lleguen a mi vida, porque en últimas hay
que gozarla. Eso sí, el compromiso del proyecto humano de la vida digna, estará
vigente, siempre y por siempre.