sábado, 25 de marzo de 2017

Declaración de amor y más en Charco Azul


Florencia - Caquetá, Amazonia colombiana
13 de marzo de 2017


Preámbulo a mis 20 o 30 años…

Hoy quiero Declarar muchos amores y sueños, teniendo como testigo las generosas y cristalinas aguas de la quebrada la Yuca a la altura de Charco Azul:

Mi padre como viejo sabio engañaba la pobreza, quizás por eso entendió que el río y los paseos de olla a comer sancocho de gallina eran la mejor forma de diversión y alegrar el amplio hogar de manera económica. De paso a todos los gavilanes que merodeaban la casa tras las muchachas, les venía muy bien, para estar compartiendo con ellas, sin que mi madre les atinara un fruncido de ceja.

El espacio del río y los paseos me dejaron desde entonces, tal sensación corporal que nunca he podido separarme de ella. Sin ser consciente empece a comprender desde la práctica que era ser amazónico: Conectarse y respetar todo el entorno; sus culturas aborígenes, la fauna, la naturaleza y tener un gran aprecio al agua.

Hoy siento que ni padre, ni mis sueños de niño, se equivocaron. Estos lugares, estos paisajes, estos aromas, estos sabores, estos colores amazónicos están y estarán siempre aquí, en la memoria de todo mi cuerpo.

La música la gran compañera de parrandas, dichas y desdichas, es quizás la mejor medicina para superar cualquier tragedia y para acompañar todas las alegrías. Me considero el peor cantante, eso si, un romántico viajero, que va por el mundo admirando cada cultura y cada trozo de tierra que ha podido ver, llevándome a una conclusión, no exenta de crítica:

¡Lo más bonito no existe!

Pues seria pobre de mirada, si creo que un sitio o el otro es el más bonito, todos tienen su belleza.

Mi corazón nostálgico está impregnado de memorias, que como me enseñó una tribu africana, el pasado no está atrás, sino frente a uno. Con él viajamos y como una brújula nos orienta en el infinito de voces y paisajes que constantemente podemos percibir con nuestros sentidos y los sentidos de los otros.

A José Eugenio y a María Engracia, eterna gratitud por haber sido los dadores de mi vida y de los valores que me han servido para andar por el mundo. Asimismo, a mis hermanos-as: Jesús María (q.e.p.d.), Esneida, Alcides, María Doris, Elizabeth, José Manuel y Martha y, por extensión a toda mi familia Cruz Artunduaga, quienes han estado siempre allí respaldando mis sueños.

A mi familia política, Cuéllar Ibáñez, encabezada por doña Carmén, ¡Gracias!, porque han sido un punto de apoyo invaluable desde que hago parte de ella.

A Aníbal Quiroga Tovar, quien ha sido mi principal profesor y amigo, que como un padre me ha ayudado a abrir caminos de conocimientos para formarme para la mejor profesión: profesor universitario. ¡Gracias!

A mis amigos-as que están allá en el País Vasco, así como en otras partes del mundo y aquí en Colombia. ¡Gracias!

Y por supuesto, aquí, todas mis palabras de amor y de gratitud, para mi eMé, Emérita, sin ella seguramente no estaría por estos lados. Hemos soñado tantas cosas desde el momento que decidimos unir nuestras vidas, espero sigamos caminando juntos y felices hasta cuando la vida se nos exfume.

Hoy me considero una persona afortunada. He logrado los propósitos trazados. Tranquilo, no falto de alteraciones. He cumplido conmigo mismo, con mi familia, con mis amigos-as y con la sociedad. Actúo o al menos trato de actuar de manera justa, respetando la integridad de las otras personas, y proyecto aunque no lo logre del todo, parafraseando a Gabo, hacer las cosas para que me quieran más.

Este preámbulo es el anuncio de que tengo más o menos de 20 a 30 años. Ustedes se preguntarán, pero como así, Fertxo nos engañó, porque nos invito a sus 15+18+17 años. Efectivamente, les invite para anunciarles en realidad que tengo más o menos de 20 a 30 años, veinte o treinta años de expectativa de vida, porque los 50 años que hoy cumplo ya no los tengo, esos ya se fueron, ya se quemaron, ya no son.

Soy de 1967, año de muchos sucesos. Quiero traer dos a colación, el nacimiento de Cien Años de Soledad y la muerte del Che Guevara. Así como la vida misma, todo tiene su alba y su ocaso.

Deseo hacer un breve homenaje a Marujita, mi madre, quien mantiene recordando algunos trozos de dichos, canciones y frases. Pese a su avanzado alzheimer, los expresa con seguridad y emoción.

He elaborado un “cancionero” con 50 melodías.  No son todas las que son, pero si son muchas de las que más me gustan. Se quedaron en el tintero una larga lista, pero bueno, la vida es así, nunca todo está dicho, ni acabado. Es un homenaje a mucha gente y tierras que están en mi memoria y que siempre me traen buenos recuerdos, porque los malos los conjuro oportunamente.

Hoy me prometo y me comprometo conmigo mismo a usar mejor el tiempo en la felicidad, en divertirme más con cada uno de ustedes y con muchos que no están aquí. También con quienes lleguen a mi vida, porque en últimas hay que gozarla. Eso sí, el compromiso del proyecto humano de la vida digna, estará vigente, siempre y por siempre.

Un fraterno abrazo de un amazónico, Fertxo el kaketindio.