A 80 años del lunes aciago del bombardeo, 26 de
abril de 1937.
Por: Fernando Cruz Artunduaga – Universidad del Tolima
Aníbal Quiroga Tovar – Universidad de la Amazonia
Luis Iriondo
Las tropas del dictador Franco, después del
bombardeo, silenciaron con la propaganda el hecho vergonzoso, que finalmente
fue develado por la prensa libre. El corresponsal de guerra británico, Georg
Steer informó al mundo que Gernika había sido atacada con bombas rompedoras e
incendiarias por la Legión Cóndor y, que, cuando la gente huía del incendio
producido en sus hogares, en medio del dolor y la desesperación, era ametrallada
desde el aire por los pilotos italianos de la Legión. El acto de terror quiso
ser justificado, por el régimen falangista, mintiendo que el pueblo había sido
incendiado por los “rojos vascos”.
Los sobrevivientes del ataque aleve, tras años
de silencio, narraron los hechos. Luis Iriondo de 94 años, camina por el sitio
de la tragedia, mira el presente y vuelve a pasar por su corazón apretado, los
momentos amargos. Entonces, sale la palabra certera que como una espada rompe
de un tajo el silencio y pone a desfilar en la cadena sonora de su voz, las imágenes dantescas del horrendo crimen.
La gente de Gernika reconoció la información
oportuna que develó ante los ojos del mundo la tragedia que hacía sonar la
alerta temprana contra la amenaza que pendía, como una espada de Damocles,
sobre Europa y el resto de humanidad. Empezaban a doblar las campanas en un
duelo por todos, que cerraría el ciclo de la guerra con otro bombardeo
criminal: Hiroshima y Nagasaki.
La estatua de Georg Steer sobre una acera del
pueblo es un texto que significa lo inefable. Adelante, la replica en cerámica
del cuadro “El Guernica” de Picasso sobre un muro del pueblo parece gritar, !Nunca
Más!
Georg Steer Jr.
En el cementerio, los muertos de Gernika siguen
doliendo al mundo, porque no fue un ataque contra unos individuos con nombres y
apellidos vascos, vecinos de un lugar, sino que fue un ataque contra la vida de
la especie.
Gernika parece existir para alertar los
peligros contra la vida: allí se premian los esfuerzos mundiales en favor de la
paz y la reconciliación entre los seres humanos. Se abren espacios académicos
para la reflexión. Las plazas y lugares públicos se acondicionaron para la
conmemoración de los 80 años del bombardeo. Aparecen fotos del proceso de paz
en Colombia en la plaza principal; se presentan obras de teatro sobre el hecho
y las personas refugiadas quienes proceden de los Nuevos Gernikas. Se hace un performance con velas, como luces de
esperanza que, sin embargo, son llamas al viento en estos días en que vuelven a
doblar las campanas por todos, ante la posibilidad de un nuevo cataclismo
nuclear.
La palabra circula articulada especialmente
entre el castellano y el euskera de los montañeses vascos, entrecruzándose con otras
lenguas visitantes. Se habla de la resistencia ante la muerte y se trata no de
lamentar, sino de prevenir. Todos: visitantes y propios; periodistas y curiosos
tienen tejidos de sentido para lo ocurrido allí y para conjurar los avances de
la muerte. Recuerdo no es venganza, esa
diosa perversa solo sonríe sobre el cadáver. Lo que prevalece entre los
sobrevivientes y sus descendientes es el significado de la afirmación de la
vida y la comunicación que reconcilia.
También ascendientes de los perpetradores se
han sumado al duelo por el dolor causado por sus familiares a las víctimas
inocentes. No cometieron el crimen, pero asumen por razones del ejercicio de la
libertad, la responsabilidad de la culpa y tratan de reparar y de repararse,
por eso lo narran, no para justificarlo con la “banalidad del mal”, porque esto
no minimiza la crueldad de los efectos, sino como una forma de autorreflexión
de quienes se atreven a pensar el significado del crimen sobre el proyecto
humano.
Las narrativas de los hechos y las del
reencuentro son asumidas cada vez más por los “ilobak” (nietos y nietas) de
quienes sobrevivieron, para que no se olvide y se proyecte en el presente de la
memoria para liberar el futuro de las tentaciones criminales. Una forma de
conjurar el olvido es la memoria. La memoria vitaliza la esperanza de una
existencia pacífica.
María Oyanguren, Directora del Centro de
Investigación por la Paz Gernika Gogoratuz, hace un certero juego de palabras
para significar el recorrido de la historia en la experiencia vivida: Gernika evoca, convoca y provoca.
Pensamiento, palabra y obra. Tres dimensiones inseparables. Después de la
ofensa contra la vida, si hay arrepentimiento, es necesario que se asuma con
toda franqueza la palabra y la acción de reparación. Esta fórmula puede abrir
el sendero para que el futuro sea el encuentro respetuoso con la palabra
amistosa y la fraternidad humana.
En Gernika, la población, sus espacios, sus
caminos y los cuerpos de sus gentes, pese a haber tenido la mordaza del poder
arbitrario, han asumido la actitud generosa de la construcción de un horizonte de reconciliación.
http://www.elnuevodia.com.co/nuevodia/sociales/cultural/317963-gernika-memoria-de-reconciliacion
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